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Mariana Mazzucato, economista: “Si no hay un proyecto claro y esperanzador desde el progresismo, el fascismo llena ese vacío”

La ganadora del premio de Economía Emilio Ontiveros insiste en que cuando la macroeconomía no se refleja en las condiciones materiales “es normal que la gente se rebele”

La economista italiana Mariana Mazzucato.
Denisse López

En un mundo sacudido por el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca y su renovada cruzada arancelaria contra medio planeta, la economista italo-estadounidense Mariana Mazzucato no pierde de vista lo esencial: la política industrial no puede reducirse a una batalla de subsidios, impuestos ni a una guerra de porcentajes en defensa. “Lo que Trump está haciendo ahora mismo no es una estrategia industrial, es su destrucción. Está destruyendo todos los avances hechos por los presidentes de EE UU”, advierte. Desde enero, el mandatario republicano ha desatado una nueva ola de aranceles que amenaza con arrastrar a Europa y al resto del mundo a una espiral de represalias y proteccionismo, justo cuando el bloque comunitario intenta recuperar una visión industrial propia.

La profesora de Economía de la Innovación y Valor Público, y directora del Instituto para Innovación y Propósito Público del University College de Londres (UCL), ha viajado a España para recibir el Premio de Economía Emilio Ontiveros en su tercera edición, en reconocimiento a su contribución intelectual a la redefinición del valor económico, el papel del Estado y la misión pública como motores de desarrollo. En entrevista con EL PAÍS, Mazzucato, observa con escepticismo el camino que podría seguir Bruselas si opta por responder a Washington con la misma moneda. “Europa no debería caer en una lógica infantil de ‘si tú me haces daño, yo te hago daño’. Es una trampa que la debilita”, afirma. A su juicio, los aranceles solo tienen sentido si forman parte de una estrategia industrial robusta y orientada a la transformación productiva. “[Alexander] Hamilton impuso aranceles para proteger industrias nacientes mientras construía capacidades. Trump impone aranceles sin más. Está saboteando la misma arquitectura industrial que Biden empezó a construir con la ley de chips para asegurarle a EE UU una soberanía en su producción, algo que todo el mundo desea”.

Europa, insiste, debe resistir la tentación de usar los instrumentos del siglo XIX para abordar los retos del XXI. En lugar de limitarse a protegerse, debe reconstruirse. “La prioridad no es cerrarse, sino reimaginar su sistema industrial desde la raíz. Y eso pasa por dejar atrás el miedo crónico al déficit.”

El debate fiscal se ha reavivado en el continente con fuerza después de que la Comisión Europea aprobara movilizar hasta 800.000 millones de euros para reforzar la defensa común. Un giro sin precedentes que, aunque responde a la presión directa de la OTAN para que los aliados europeos gasten al menos el 2% de su PIB en defensa (y que Trump ha anunciado recientemente que quiere aumentar al 5%) ha desatado un viejo reflejo: el temor a la deuda. Mazzucato desmonta la comparación clásica entre un Estado y una familia. “El gobierno no es un hogar con presupuesto limitado. Un Estado puede y debe usar la inversión pública para dinamizar su economía. Si la inversión genera crecimiento, también genera ingresos fiscales que compensan el déficit inicial”.

El punto, subraya, no es cuánto se gasta, sino cómo se gasta. La clave es que las inversiones públicas estén orientadas a resolver problemas concretos —la seguridad, sí, pero también la salud, el clima o la educación— mediante alianzas eficaces con el sector privado. “Lo que no puede seguir pasando es que el dinero público acabe en manos de empresas que no se transforman ni contribuyen al bien común. Esa relación parasitaria entre lo público y lo privado está lastrando nuestra capacidad de resolver los grandes desafíos”, insiste.

En este sentido, pone como ejemplo el modelo alemán. Allí, el banco público KfW ha condicionado sus préstamos al sector siderúrgico a objetivos ambientales concretos, como la reducción del contenido material en la producción. “Eso es una relación simbiótica: el Estado apoya, pero también exige. Se premia a quien invierte, no al que grita más fuerte.”

Contrastando con ese enfoque, señala las carencias estructurales de otros países como Italia o incluso Reino Unido, donde el sector público carece de capacidad para negociar condiciones o implementar estrategias a largo plazo. “No se trata solo de dar o gastar dinero. Europa tiene que fortalecer su administración pública. Si no sabes usar los fondos, da igual cuántos tengas”.

La economista Mariana Mazzucato, con el galardón del Premio de Economía Emilio Ontiveros.

La debilidad institucional europea se convierte así en un problema industrial. Frente a potencias como Estados Unidos —que, pese a su retórica liberal, cuenta con un sistema nacional de innovación articulado y generosamente financiado— o China —que despliega una función pública meritocrática y moviliza billones hacia la sostenibilidad—, Europa aparece fragmentada y cautiva de reglas fiscales autocontenidas. “China no es perfecta, ni mucho menos, pero no tiene nuestros complejos con el déficit. Cuando invierten, invierten en serio. Nosotros podemos recortar de forma absurda, sin pensar en qué invertir, para cumplir con una cifra artificial del 3% del PIB. Eso es suicida”.

En ese panorama, Mazzucato destaca a España como una excepción positiva. “Lo está haciendo mejor que muchos países europeos. Ha mantenido una inversión más constante en salud y en la transición ecológica, incluso tras la pandemia, y ha mostrado una visión más coherente. No todo es perfecto, pero hay una claridad de propósito que no vemos en lugares como Italia o Reino Unido”, indica. La advertencia, sin embargo, es la inestabilidad política que, en su opinión, opaca los avances en materia económica.

El nuevo contexto geopolítico ha hecho saltar todas las costuras del modelo europeo. Las amenazas de Trump de reducir su apoyo militar a la OTAN, la invasión rusa de Ucrania y el riesgo creciente de una recesión inducida por la guerra comercial han obligado a Bruselas a mover ficha. Pero Mazzucato advierte del peligro de que ese giro hacia la inversión se limite al ámbito militar. “¿Por qué no podemos hacer lo mismo con la salud pública, el sistema educativo o la lucha contra el cambio climático? Invertir en esas áreas no es caridad. Es supervivencia”, asegura.

“No invertir en transición verde, en salud o en protección social acaba costando mucho más. Lo vimos con la pandemia: por no tener sistemas preparados, los confinamientos fueron más largos, las economías se hundieron más. Lo mismo ocurre con el clima. Las sequías, las inundaciones, la pérdida de biodiversidad son lastres económicos. Pero si tratamos estas inversiones solo como gasto, perdemos la oportunidad de usarlas para innovar y crecer”, reflexiona Mazzucato.

Detrás de esta falta de ambición se esconde también una amenaza política mayor: el auge del populismo. En Europa, la democracia se está erosionando desde la derecha y para Mazzucato hay una conexión directa entre el deterioro de las condiciones de vida y el voto a opciones extremas. “Los datos macroeconómicos pueden ser buenos, pero cuando los salarios se estancan, los empleos son precarios, la vivienda es inaccesible y los servicios públicos se deterioran, es normal que la gente se rebele. Y si no hay un proyecto claro y esperanzador desde el progresismo, el fascismo llena ese vacío”.

La economista insiste en que no se trata de tachar a los votantes de estúpidos. Se trata de ofrecer una narrativa y una política que respondan a sus problemas reales. “Necesitamos claridad, no condescendencia. Las soluciones no pueden limitarse a tecnocracia y datos. Hay que hablar con ambición, con objetivos compartidos. Por eso insisto tanto en una estrategia industrial transformadora: porque es la forma de reconstruir legitimidad democrática desde el terreno económico”.

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Sobre la firma

Denisse López
Es redactora de la sección de Economía de EL PAÍS y CINCO DÍAS. Escribe habitualmente de macroeconomía y coyuntura. Se incorporó a esta casa en 2022, después de haber trabajado en distintos medios digitales en México. Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Autónoma de México, y el Máster de Periodismo UAM-El País.
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