Rigoberta Bandini lució bajo el sol
La cantante barcelonesa interpretó siete temas en un miniconcierto en familia

Como si con 16 escenarios no bastase, el público del Primavera Sound ha de mantenerse atento para que en esta cornucopia de constantes estímulos de todo tipo ninguno pase desapercibido. Puede ser agotador, en especial cuando bajo el sol todo parece costar un poco más. Algunos estímulos son publicitados convenientemente, como por ejemplo el restaurante Piticlín que ya funciona en el recinto, donde dar cuenta de un buey de mar con crema de aguacate perfecto para luego dejarse avasallar por un concierto de post-punk. Sigue faltando el bocadillo de chorizo, pero está claro que es un producto viejuno, como el bacalao rebozado o el simple fuet, que hasta igual triunfaban entre los extranjeros. Los tiempos.
Pero otros estímulos pasan más desapercibidos, como los conciertos secretos, o más o menos secretos, que de repente nacen en el cartel como una flor de primavera. En la primera jornada del festival , este jueves, fue el caso del que ofreció Rigoberta Bandini en uno de los rincones del festival, que en su magnitud aun ofrece espacios que no están diseñados para las multitudes. Quiso la casualidad que en el acceso al recinto recibiese a los madrugadores Yawners cantando Las horas pasan, un tema que aunque sonaba bajito en la prueba de sonido no perdía el empuje expansivo de su melodía, perfecta para entonar en la ducha matinal convocando a los espíritus para que el día sea llevadero.
El escenario donde estaba prevista la actuación de Rigoberta ya tenía público que se había enterado del concierto, y lo esperaba yaciendo tranquilo en el suelo y en butacas de apariencia cómoda. Mayoría aplastante nacional, la Bandini aun no es estrella más allá de los Pirineos, y ganas de reconectar con ella antes de su próximo concierto en Barcelona y de una gira que da sus primeros pasos. El espacio era tan pequeño que cuando salió por detrás del escenario circular para provocar las inquietas miradas del personal en su busca, dijo muy pronto que le gustaba estar allí viendo caras porque era de día (el sitio era pequeño y también lo facilitaba, pero eso no lo dijo).
En una metáfora adhesiva afirmó que se sentía el plástico que cubre un teléfono nuevo, dando a entender que el plástico era ella y el teléfono el festival. Y comenzó el show. Como bien dijo Rigoberta, aquello era un aperitivo, y por ello sonaron apenas siete canciones, una más de las bailarinas que la acompañaban. Cuatro de ellas del reciente último disco: Amore, amore, amore, Enamorados, Pamela Anderson y Kaiman -para poner al público en danza con sus clásicos-, In Spain We Call It Soledad, Perra y Ay mamá.
Fue ahí donde se produjo la anécdota de la actuación. En el éxtasis final del tema una bailarina se descubrió los senos muy animada, y al comprobar que los de sus compañeras, Rigoberta incluida, permanecían a buen recaudo se los volvió a cubrir un tanto desconcertada. Un estímulo que nadie esperaba, ni sus propias compañeras. Por lo demás sonó la divertida Bandini de siempre, descarada y buscando letras cómplices, incluso contado que un año su madre llamó a la policía porque ella tardó día y medio en volver a casa del Primavera. Como bien dijo, en unos años ella será quien haga la llamada. Mientras tanto lució ante los suyos bajo el sol.
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