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Sergio Urzúa, economista: “A Chile se le acaba el tiempo y el 2025 es importante: se requiere un nuevo proyecto país”

El académico de la Universidad de Maryland alerta: el país no puede crecer tan poco y gastar tanto. Y dice que el próximo Gobierno “la tendrá difícil”

Sergio Urzúa en Maryland, el 31 de mayo de 2025.
Rocío Montes

El chileno Sergio Urzúa (Santiago, 48 años) –economista de la Universidad de Chile, doctorado en Chicago y académico de la Universidad de Maryland– desde Washington analiza la economía de su país que está estancada hace una década, disecciona las razones de tal frenazo, el desempeño del Gobierno de Gabriel Boric en esta materia y las correcciones que deberá implementar la próxima Administración (2026-2030). Hijo de la educación pública y la meritocracia –su excelencia académica le permitió entrar a Instituto Nacional, un liceo emblemático hoy en serios problemas–, Urzúa hace unas semanas compartió su diagnóstico en un encuentro frente a los principales candidatos presidenciales organizado por la Cámara Chilena de la Construcción (CChC), en la capital chilena. En esta entrevista con EL PAÍS, realizada por una plataforma digital, el investigador internacional de Clapes-UC advierte que Chile ha llegado a un punto en que, favorablemente, algunos líderes políticos parecen compartir transversalmente lo complejo de la situación y la necesidad urgente de tomar medidas para no quedarse en el singular grupo de países con un bajo crecimiento estructural y una deuda fiscal al alza, una fórmula catastrófica.

Pregunta. ¿Por qué cree que 2025 es un año decisivo?

Respuesta. Porque la elección presidencial de noviembre es fundamental. Otros cuatro años creciendo al 2% y temo que el daño sería permanente. Si se estudian los países con procesos de estancamientos similares al de Chile, solo un puñado logró retomar la senda del crecimiento y progreso. Es un grupo muy exclusivo que incluye al Reino Unido, Suecia, Nueva Zelanda, Dinamarca. La sociedad chilena creyó durante aquellos 30 años de progreso (1990-2010) que el país podía ser el primero en alcanzar el desarrollo en la región. Hay que recuperar esa aspiración y hay que hacerlo a la brevedad. A Chile se le acaba el tiempo.

P. ¿Y qué ha pasado con esas expectativas?

R. Están contenidas, postergadas. El país debe volver a crecer con fuerza y 2025 ofrece una oportunidad. Vendrá un cambio de Gobierno y, con este, posiblemente una nueva visión de parte importante de la clase política, donde yo alojo gran parte de los problemas.

P. ¿En qué sentido?

R. En la medida de que la clase dirigente no se dé cuenta del pantano en que metió al país durante la última década, no se podrá salir adelante. Porque el estancamiento de Chile fue auto infringido, no vino del exterior. Esta característica genera una brisa positiva que alienta el optimismo: hay grupos transversales en la élite política que reconocen que se despilfarró una oportunidad histórica y que se han cometido errores que no pueden repetir. Eso habilita este 2025 como un punto de inflexión.

P. En su exposición de hace un par de semanas dijo que 2014 fue un año clave, donde podríamos haber emergido, pero nos caímos. ¿Qué pasó allí?

R. Desde el punto de vista económico, ya en el último trimestre de 2013 hubo alertas. Por un parte, una pausa en el ciclo de los commodities gatilló una caída del precio del cobre, que afortunadamente no fue letal. Más importante fue la difusión inicial de las medidas de lo que sería la segunda Administración de la presidenta Michelle Bachelet. Muchas de esas ideas económicas y sociales atornillaban para el lado equivocado. Se obviaron las críticas, faltó perspectiva y reflexión. Haberse cuestionado, por ejemplo, si realmente el crecimiento estaba asegurado, si no tendría consecuencias derogar el DL 600 (que ofrecía certidumbre a los inversores extranjeros) o el impacto de las reformas en educación y el mercado laboral. En aquel Gobierno se realizaron muchos cambios, no todos bien pensados. No puede sorprender el mínimo crecimiento de ese período.

P. Pero luego vino el segundo Gobierno de Sebastián Piñera (2018-2022) y lo que podría haber sido un paréntesis -como usted lo planteaba- siguió más o menos igual.

R. Después vinieron momentos de convulsión: el estallido social, pandemia e incertidumbre institucional. Así, la elección del presidente Gabriel Boric (2022-2026) podría haber significado un retorno al progreso. Sin embargo, si se analiza la serie completa de crecimiento económico, sus resultados son más bien cercanos a los de Bachelet II. Chile salió de la pandemia para retornar a la insipidez económica. La economía chilena hace mucho tiempo que no entusiasma.

P. ¿Observó brisas positivas en el último discurso de Boric el 1° de junio?

R. Su última Cuenta Pública sugirió cierto cambio de visión. Dijo, por ejemplo, que el crecimiento es fundamental y reconoció el largo estancamiento. Así, asoma una preocupación por el rumbo de la economía, incluso más allá de la natural autocomplacencia frente a las cifras de su gestión. Uno podrá estar en desacuerdo con muchas convicciones del primer mandatario, pero dicha transformación es un avance. La prueba de fuego será si esta evolución permeará a su coalición.

P. ¿Qué otro asunto le llamó la atención de su discurso del domingo?

R. Encontré preocupante su opinión reciente de que la ausencia de protestas bajo su Gobierno, una peculiaridad empírica que da para pensar, refleja gobernabilidad. Ese relato puede ser fuente de inestabilidad.

Sergio Urzúa en Maryland.

P. Volviendo al estancamiento, ¿cuál es su profundidad?

R. Es un problema grave que requiere atención inmediata. Veámoslo así. Entre 2003 y 2005 -bajo la Administración del presidente Ricardo Lagos- el PIB per cápita creció 10,6%. Y entre 2014 y 2025 crecerá en torno al 10,5%. Ese es el tamaño del estancamiento: en más de una década creceremos lo que en los 2000 crecíamos en solo un par de años. Y además el estancamiento ha ido acompañado de una mayor deuda del país.

P. ¿Cuán endeudado está Chile?

R. Sería un error minimizar el problema. Solo la deuda bruta de Gobierno Central es de 41,7% del PIB y sigue subiendo. Esto no considera empresas públicas, algunas muy endeudadas, ni las obligaciones que se anotan bajo la línea del presupuesto. ¿Ad portas de una crisis de deuda? No, pero la tendencia es muy alarmante. Ha sido un cambio rápido que ha generado mucho ceño fruncido en el exterior.

P. ¿Y por qué se ha producido?

R. Los políticos no se ajustaron a la nueva realidad. En los inicios del estancamiento, muchos pensaron que esto sería un período breve, algo circunstancial, parte del ciclo. Así que, en el marco de las políticas contracíclicas, la idea fue gastar más en años malos, creyendo que el esfuerzo se recuperaría en los años buenos. Pero a un año malo le siguió otro malo y otro y otro. Y así acumulamos más de una década de bajo rendimiento. En Chile no hay ciclo, el bajo crecimiento es la nueva normalidad y el gasto público no internalizó el escenario. Da para caso de estudio. La creencia injustificada de la clase dirigente de que el próximo sería un mejor año jugó una mala pasada en lo fiscal.

P. ¿Qué le espera al próximo Gobierno?

R. La tendrá difícil. Solo el pago de interés de deuda requerirá recursos millonarios y no existirán holguras fiscales. Junto a esto será necesario hacerse cargo de las demandas sociales, muchas postergadas por los problemas de gestión de la actual Administración, y de una agenda pro crecimiento que implicará revisar tributos. Es un escenario en donde las tensiones de ajustar el presupuesto e impulsar la economía se sentirán. Por eso creo que lo económico será central en la elección presidencial. Enhorabuena.

P. Usted compara a Chile, en crecimiento y deuda, con países africanos. ¿Tan excepcional es la situación económica de Chile en el contexto mundial?

R. Mostré cifras en el evento de la CChC. Chile ha tenido desde el 2014 un estancamiento de su crecimiento y simultáneamente un fuerte aumento de su deuda, poco común en el planeta. Los datos del FMI sugieren que dichas cifras son solo comparables con los de un puñado de países de los cuales varios son africanos. Como se dice en Chile, no se puede seguir vendiendo la pomada. La situación es complicada y no se debe obviar.

P. Pero cree, al menos, que hay una conciencia transversal de los políticos ante este mal cuadro.

R. Creo que esa conciencia existe y no solo se arraiga en los candidatos de la oposición, sino que también entre los del oficialismo. Escucho a la candidata Carolina Tohá, incluso a Gonzalo Winter y Jeannette Jara, y todos dejan claro, con matices, que Chile no puede crecer tan poco y gastar tanto.

P. ¿Usted cree que había espacio en esta última década para acotar gasto dadas las demandas sociales?

R. Sí. La pandemia generó una distorsión enorme en el gasto, pero la evidencia posterior ha demostrado que existen recursos públicos que pueden ser mejor utilizados o derechamente ahorrados. Con los casos de corrupción y el escándalo de las licencias médicas está documentado que hay espacios. Es el momento de revisar el funcionamiento del aparato público a fondo. Las demandas sociales siempre serán mejor satisfechas cuando se asegura el mejor uso de los recursos públicos.

P. ¿Cómo impacta este cuadro económico que describe en la vida de la gente?

R. Para la gente el ajuste de aspiraciones y expectativas está siendo duro. Además, la delincuencia ha sido un impuesto gigantesco para la sociedad. El crimen organizado es una industria multinacional que está encontrando en Chile un campo fértil para avanzar. Luego está la otra reforma tributaria, la del living del hogar. La explico así: hace dos décadas la apuesta política fue que los jóvenes llevarían al país finalmente al desarrollo gracias al acceso masivo a la educación superior. Bueno, eso no se produjo. Esas nuevas generaciones de universitarios, muchos siendo los primeros con un título en la familia, enfrentaron salarios reales a la baja y un mercado laboral más rígido. Esto ya era evidente por ahí por el 2012, pero no se tomó con seriedad. Ahora muchos de esos jóvenes profesionales no pueden comprar una casa, viven con padres y abuelos, no desean tener hijos. Ese fracaso representa un impuesto sobre la sociedad muy grande.

Sergio Urzúa, profesor de economía de la Universidad de Maryland.

P. Un gran choque con las expectativas.

R. Efectivamente, una colisión generacional entre lo que queríamos ser, quienes iban a llevarnos hacia allá, lo que terminamos siendo y la desilusión propia de un resultado mediocre. No fue la desigualdad sino la falta de crecimiento lo que generó la frustración en jóvenes y sus familias. Este tema es muy sentido para la gente, sobre todo para la clase media. Por lo mismo, el 2025 es importante: se requiere un nuevo proyecto país.

P. ¿Cuál es la salida?

R. Es la gran pregunta. Quien diga que tiene la receta precisa para dejar atrás el frenazo, está vendiendo humo. Chile debe que encontrar su propio modelo de desarrollo. Una cosa sí es clara: el sector privado tiene que jugar un rol central, mucho mayor que el del Estado. Un sistema tributario más competitivo, mayores certezas en materia de inversión, eficiencias regulatorias, una modernización del Estado profunda, deberían ser parte de un amplio conjunto de medidas.

P. ¿Está el sector privado conciente del desafío?

R. Creo que el sector privado también ha sacado lecciones de esta década compleja. El buenismo económico envejeció mal. Parte de la desorientación del país pasó por la confusión que afectó a ese sector respecto de su rol en la sociedad, pero ahora también allí se observa un retorno al sentido común. Sospecho que el empresariado está a la espera, deseoso de contribuir. Está en la naturaleza del emprendedor salir adelante a pesar de las barreras. Eso Chile debe aprovecharlo.

P. ¿Y puede crecer Chile a un 4% y no en torno al 2%, como ahora?

R. Difícil, pero no imposible. Si todo lo demás quedase inalterado, un 4% el 2026 requeriría acelerar la inversión en casi nueve veces respecto de la situación actual. Es un salto significativo, pero no exótico. De hecho, esto implicaría ver crecimientos de la formación bruta de capital similares a los observados en el país entre 2004 y 2013. Ahora, esto requiere un plan claro, una convicción por crecer. La siguiente Administración no tendrá espacio para cantinflear.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.
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